En un rincón del salón tenía dos cuadros que hice cuando nos vinimos a vivir a casa... La verdad es que eran tristes, apagados... No acababa de verlos ahí...
Así que mi cabeza empezó a dar vueltas y más vueltas...
Al final fui y compre un lienzo.
Pero estuvo algún tiempo en blanco…
Busqué y rebusqué en el armario de las manualidades, y encontré cuerdas, tela de saco, pasta para cuadros y dos botes de pintura grandes, uno amarillo y otro verde botella.
Despejé la mesa del salón, la forré de plástico y empecé…
La verdad es que el cuadro fue cambiando, en un principio no era así, pero o yo no lo veía o no lo veía mi txurri... Cuando hubo un momento que lo vimos los dos, ni me lo pensé y lo colgué... por si acaso cambiábamos de idea.
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